Memorias de fentanil (VI)

20 Oct

Lo que abunda no daña: la intercesión de Juan Pablo I


¿Qué puede hacer uno en ese tiempo sin tiempo de la Terapia Intensiva?. No alcanzaba a comprender del todo…¡todo lo que había sucedido!; afortunadamente, ni lo comprendía muy bien ni recordaba NADA de esos cinco o seis días de limbo en los que fui inducida al sueño profundo. Mucho menos recordé que estuve entubada y a punto de irme para la quinta del Ñato a ver los rabanitos desde abajo y que había entrado nuevamente a quirófano para que me «cosieran». ¡Sólo Alá es el más sabio! Y los médicos, porque yo no me enteré de nada.

Pero todo termina en esta vida así que llegó la hora de despertarme y ver, si al menos, recordaba mi nombre y dónde estaba: lo recordé perfectamente. Ahora yo debía aguantar (ya despierta y ¡sin tubo!, o sea… respirando por mi cuenta) unas cuarenta y ocho horas más. Verían cómo respondía y, si todo iba bien, volvería a la sala común. Aunque parezca insólito, volver a la sala común me sonó a vacaciones en Hawai. Y se convirtió en mi norte. Mejor me estaba poniendo aunque o quizás por eso, fueron las cuarenta y ocho horas más largas y locas de mi vida. Was tun?, o, como diría Lenin ¿Qué hacer?: y éste fue mi «plan». Consistía en una prioridad absoluta tal como RESPIRAR; pasara lo que pasara y aún no pudiendo ni sentarme, toser o moverme a excepción de los pies y los dedos de las manos; simplemente tenía que respirar tranquila y con buen ritmo, sin miedo. El miedo es algo tremendo: no puedo moverme ni siquiera decir más de dos palabras, ¿puedo alcanzar un timbre en caso de emergencia?. La verdad es que NO, y eso es el miedo: estoy sola casi todo el día y toda la noche, apenas se asoma alguien a ver el monitor; con suerte, me toca y me cambia… ¿Y si me muero asfixiada?. Se sigue que mi único objetivo en la vida era respirar; así fue y cada vez que me volaba en mis locos viajes de fentanil, la respiración y el conteo me hacían volver. ¡Moría de una sed que nunca conocí de ese modo!, pero como no podía tomar agua, entre mis sueños nadaba en piscinas rodeada por tres millones de botellas de agua mineral y pensaba en mil estrategias locas para convencer a médicos y enfermeros para que me dieran un poco de agua. Debo decir que tuve mis modestos avances en este punto, aunque eso será motivo de otra historia. Muy bien: prioridad absoluta RESPIRAR. ¿Y que más?, porque las horas eran infinitas. Y allí apareció mi otra «activad» de prioridad relativa: REZAR con ritmo y coordinar con la respiración. Ahora bien, ¿cómo y qué rezar?. Obviamente desempolvé todo mi archivo, por ejemplo «Al Buda en busca de refugio voy, al Dharma en busca de refugio voy, al Samgha en busca de refugio voy», y muchas más que ni sabía que recordaba.

Había escuchado en mi vida «anterior» un reportaje por la radio. Hablaba una señora cuya hija -única y muy joven- fue internada en Terapia Intensiva con pésimo pronóstico. ¡Pobre piba y pobre madre!, pensé. Entonces, esta señora que tenía mucha fe, le pidió a un conocido sacerdote que la visitara, que la acompañara. El sacerdote así lo hizo además de sugerirle que rezara pidiendo la intercesión de ¡Juan Pablo I! y le dejó una estampita con la oración. De paso le contó que ya se había producido un «milagro» por la «intervención» del que fuera Papa apenas ¿unos meses? y que debido a esto, un enfermo grave pudo superar el trance y vivir. Por supuesto, así lo hizo la madre y resultó, contra todo pronóstico, que la hija se salvó y estaba muy bien. OK, pensé yo en mi mambo fentanílico, ni pienso discutir la causalidad de todo esto, no obstante, ya que estoy, pruebo y le rezo también a él (soy muy ecléctica y no puede estar de más orar, así que lo voy a hacer, elucubré cual filósofo trucho). Pero surgió un pequeño problemita: ¿Cómo era la famosa oración?. No lo sabía, sólo recordaba el reportaje. ¡Imposible conseguirla, si casi ni hablar podía!, tenía que encontrar otra solución: con paciencia recordé el Padre Nuestro y pude acomodarlo razonablemente en mi cabeza al tiempo de combinarlo con la respiración. Por un momento se me ocurrió que Juan Pablo I, al escucharme, se preguntaría ¿Y esta réproba condenada a las penas del Infierno, de dónde salió?. No obstante «decidí» que eso no sucedería ya que el Señor toooooooodo lo escucha, otra que Freud, ¡las cosas que oirá!!. Y me mandé con el rezo a full. Desconozco los misterios de la «causalidad» inescrutable del Señor, que sólo Él conoce, pero el hecho es que aquí estoy. Concedo, no obstante que Buda puso lo suyo y así otros, que tanto me ayudaron. Ya lo dije: soy amplia, ¡joya, nunca taxi!


Gracias